No sé como se estila en los
partos normales puesto que mis dos hijos nacieron por cesáreas programadas,
pero lo cierto es que yo sabía ya qué día y a qué hora iba a entrar al
quirófano y que después de la intervención tendría la cuarentena con dieta
obligada, no sólo porque había dado a luz sino porque la cesárea es, para todo
aspecto práctico, una cirugía mayor por lo que el riesgo de infecciones
posteriores es alto.
Eso significaba que durante 40
días mis comidas serían: frutas, vegetales que no produjeran gases, sopa de
gallina criolla y coladas de quaker o cebada para la producción de leche. Cero
comidas inconosas (ricas): nada de chocolate, carnita de cerdo o de res, embutidos,
comidas condimentadas y un montón de prohibiciones que me pusieron a sufrir.
Nunca fui buena para hacer dietas
y menos desde que me casé porque mi esposo cocina tan rico que es imposible no
comer lo que prepara (excepto una vez que preparó un plato que nunca me ha
gustado y yo con nauseas del embarazo no soporté ni un bocado). Detesto tener
que privarme de comer las cosas que me gustan, así sea comida chatarra. Yo sé,
no es muy saludable pero así soy.
Entonces, en vísperas de lo que
me tocaba decidí que la noche antes de la cesárea sería “mi última cena” y
comería lo que se me antojara sin culpas. Uno de los placeres del embarazo es
que los que te rodean te complacen todos tus antojitos y yo pensaba
aprovecharme de esto hasta el día de entrar al quirófano.
Lamentablemente, el día antes de
tener a Eli yo era una bola enorme que casi no se podía mover, me pesaba mucho
la pancita, la acidez era fuerte así que mis ganas de comer eran pocas… Mi
esposo, deseoso de complacerme en mi petición de la última cena, nombraba todas
las cosas que me gustaban para ver si se me antojaba alguna. La verdad es que
él también quería comer bien esa noche porque había prometido hacer la dieta
conmigo. Jejeje
Tacos? Mmm.. No. Sushi? No. Chile?
No. Cangrejos? No. Pastas? No, no, no. Por último dijo “pizza?” y yo “bueno…”.
Creo que era lo que menos me disgustaba en ese momento. El corrió a comprar y
mi última cena en la que yo había planificado comer montones de cosas fueron
dos trocitos de pizza, jugo y a la cama.
En el último trimestre de mi
segundo embarazo pasé haciendo una lista de las cosas que quería para mi última
cena, incluyendo el antiácido recetado por la doc porque no quería perderme
esta oportunidad de nuevo. Pero no contaba con que 3 semanas antes del
programado nacimiento de mi enanito mi doctora me dijera que estaba a un pasito
de la preeclampsia por lo que debía tomar medidas urgentes, entre esas: DIETA!
Noooo!! De nuevo sin poder comer
carnes rojas, chocolates, grasas, embutidos, sal… Casi lloro ese día, pero
después de leer un poco sobre la preeclampsia entendí que debía cuidarme mucho
por mi bebé y valió la pena. No hubo complicaciones en la cesárea y mi niño
llegó a este mundo sanito.
¿Cómo te fue a ti antes de que
naciera tu bebé? ¿Planificaste una última cena como yo antes de empezar la
cuarentena?
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