Tengo que admitir en esta entrada que muchas veces me siento culpable del tiempo que paso con mis hijos. A veces siento que a uno le dedico más y a otro menos, no siempre al mismo pero no me puedo repartir a partes iguales todas las veces! Es una culpa con la cual cargo a diario.
Y si a eso le sumamos que la diferencia de edad entre mis enanos es de 1 año y 7 meses, quiere decir que ese tiempo he pasado de más sola con mi nena y menos tiempo que le he dedicado a mi chiquito. No sé si me explico.
El caso es que, la maternidad con ambos ha sido muy diferente. Como les he contado, yo me quedé en casa con Ely desde su nacimiento hasta los 8 meses que volví a trabajar pero, en cambio, con Netito tan solo tuve las 10 semanas después del parto que según la ley se dan por permiso de maternidad.
Es así que, mientras me quedaba con Ely tuvimos muchos momentos tiernos. A veces nos quedábamos solas en casa, jugábamos toda la tarde y algo que me encantaba: nos dormíamos juntas después de almorzar.
También intenté con Netito estas cosas, pero sucedió que cuando él tenía 4 meses ya era bastante inquieto y un día mientras dormíamos juntos se cayó de la cama. Desde ahí tuve miedo a quedarme dormida con él y no lo volví a hacer.
Por eso me entra la culpa y me pongo a pensar que no he tenido tantos momentos de apachurramiento con mi Neto como los tuve con Ely. Claro que jugamos, lo abrazo, lo beso y le digo cuanto lo quiero todos los días pero esto de dormir juntos es algo que no volvimos a experimentar.
Sin embargo, hace tres días él me regaló uno de esos momentos. Había llegado yo cansada del trabajo (para variar) y después de bañarme decidí acostarme un momentito y que mi esposo se quedara al cuidado de los bebés. Para esto, he de decir que el tiempo que pasó antes de irme a dormir (siempre juego un poco con ellos al llegar del trabajo) lo había pasado de malas pues Neto estaba muy inquieto y pasó lanzandome juguetes y pateándome.
Pero al estar ya todo tranquilo, fue a buscarme a mi cuarto mientras yo estaba en plan dormir. Se acercó quedito como sin querer molestar, y medio tocó la cama del lado que yo estaba a ver si reaccionaba. Yo, medio abrí los ojos y él sonrió. Volvió a tocar la cama como pidiendo permiso para subirse, a lo que con esos ojitos irresistibles que tiene no le iba a decir que no así que le extendí mi mano para que se agarrara y subió.
Este niño tiene algo que me encanta: aunque a veces es tosco otras veces es muy tierno y me derrite. Me dio un gusto cuando en mi cama se fue haciendo lugarcito, acomodándose a como yo estaba y haciendo que yo me acomode a su posición para luego quedarnos juntos, abrazados y tranquilos en posición de dormir.
Es tan inquieto él que ese momento apenas duró unos 10 minutos, pero esa carita suya mirándome como diciendome "mami, hazme dormir", me llenó. El abrazito tan rico, su olorcito, su pielcita suave... Me enamora este niño! Son tan poquitos los momentos que hemos vivido así que los atesoro.
Mi godito tiernito. Cada día te quiero más.
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