Resulta que el día de hoy me quedé en casa de mis padres trabajando aunque ellos no se encuentran aquí pues cada uno anda en sus obligaciones diarias. Pero llegó la hora en que mi mamá regresa de su trabajo y salí del estudio a saludarla, como siempre hice mientras viví en esa casa. Mi hermanita hizo lo mismo (tenemos la misma costumbre) y mi mamá dijo una frase que me puso a pensar: "que lindo que dos de mis hijas me reciban!"
Ella estaba feliz porque hoy dos de sus hijas estaban en casa, pero a mi la frase me puso un poco triste, la verdad. Y es que, los otros tres hijos mayores no estaban aquí, cada uno con su vida por su lado ya no salen a recibirla al llegar del trabajo.
Me puse a pensar en todos los días cuando regreso a mi casa después de una jornada laboral. Siempre llego cansada pero todo se me pasa cuando en la puerta o desde la ventana veo las sonrisitas de mis bebés que de inmediato se lanzan sobre mi a llenarme de abrazos y besitos. Es la mejor parte de mi día, es como dejar el cansancio y los problemas laborales de la puerta pa' fuera motivada solamente por ese par de bichitos.
Y me dije: qué sería el día que yo regrese a casa y mis hijos ya no salgan a recibirme? se me hizo un nudito en la garganta...
Llegará el día en que ellos hagan su vida, y si Dios permite estaré ahí para verlos irse... y estaré esperando en casa cada vez que regresen.
Hay una canción de la iglesia que me llena de lagrimitas desde que mi abuelita falleció, pues describe muchas actitudes de una madre hacia sus hijos y que ella siempre tuvo con nosotros, sus nietos:
"Al regreso me encendías una luz
sonriendo desde lejos me esperabas
en la mesa la comida aún caliente y en mantel
y tu abrazo es mi alegría de volver"
Así somos los hijos, la ley de la vida nos hace tomar nuestro camino alejándonos de nuestros padres.
Así somos las madres, siempre esperando al hijo cuando regrese, preparadas para recibirlo con el mismo cariño porque, como dice la misma canción "una madre no se cansa de esperar".
Así somos los hijos cuando nos convertimos en padres, nos encanta que nos reciban al regresar y nos ponemos tristes al pensar que un día también se irán y no habrá quien nos salude al llegar del trabajo.
Bien dicen que cuando nos convertimos en padres es cuando entendemos a los nuestros. Ahora lo sé y aunque no he vivido ni la décima parte de lo que ellos hicieron por mí hoy estoy segura de dos cosas: una, que sin dudar haré lo mismo por mis hijos y dos, que estoy infinitamente agradecida por lo que han hecho por mí.
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